DESOBEDIENCIA
La remolacha
se fue a la fiesta del erizo
y no pidió permiso
antes de salir de su covacha
en un terrón del huerto.
Toda la noche
estuvo vivaracha
bailando con un cactus del desierto,
y con el puercoespín
que la miraba, boquiabierto,
en medio de una racha de viento en el jardín,
y fue feliz, por cierto...
Pero como las cosas
tienen fin
el tiempo huyó,
fugaz hilacha
de humo al descubierto,
y después de la última guaracha,
que zapateó con el limón de injerto,
salió, con la cabeza gacha...
Junto a mamá,
papá, despierto y atormentado,
le miró la facha
de imperdonable bailarina,
balbuceó:
— ¡qué triste, mi muchacha! —
y, con ternura,
le sacó una espina.
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