ALMUERZO SOBRE LA HIERBA
La vaca Haragana
me comió un pañuelo,
una camiseta
y un botín de cuero.
Yo estaba embobado
detrás del almendro,
horneando una torta
de tierra, en silencio.
Mi madre zurcía
la ropa de abuelo,
cuando vio a Haragana
absorta en su almuerzo.
Y abuela tampoco
se dio cuenta a tiempo,
pero los regaños
sobre mí cayeron.
Esa vaca gorda
no cuida al ternero
por vivir pendiente
de mi escaso atuendo.
Y no digo nada,
pero yo me huelo
que, si la dejamos,
se come el ropero.
Cuando papá venga
todos le diremos
que lleve a Haragana
a pastar muy lejos.
¡Para que lamente,
allá, en el potrero,
lo que es conformarse
con el pasto fresco!
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